Director:
Julián Plana

Colaboradores:
Véase Página de Firmas

Producción:
Tarsis.net
La originalidad y la intención de Ortega no están en la primera parte de la frase, la anterior a la coma, sino en la posterior a esa coma.
De hecho, yo soy yo y mi circunstancia, que es una referencia al Ideen de Husserl, publicado meses antes (Ich bin ich und meine Umwelt), puede ser una sentencia disculpatoria: yo soy yo pero, claro, está también mi circunstancia...
Sin embargo, la frase completa de nuestro pensador nos obliga a la acción y nos hace responsables del resultado.
Días, cielos y tierra

HOY ES, POR FIN, OTOÑO

Si no lo estuviera ya, habría que inventar urgentemente el otoño.

Hoy, telefonino en mano, porque cuando no llevas el aparatito dichoso en la mano o el bolsillo parece que vas desnudo… Cuántas veces habré vuelto yo a casa al notar que se me había olvidado, y cuando no he vuelto, ¿sabes qué ha pasado? ¡NADA!, ni bueno ni malo, ni he perdido ni he ganado. ¡NADA!

Bien, pues con el móvil en la mano (no tenía bolsillos en la sudadera) y naturalmente su cámara incorporada, he encontrado esta delicia en mi jardín. Son hojas de un color que podíamos calificar entre bronce y cobre, es un caldero oscuro, es una verdadera delicia. Aquí la tienes:

 

Es una hortensia de hoja de roble (Hydrangea quercifolia), que ahora, esta mañana, hace un ratito, presentaba este aspecto.

Por cierto, te interese o no, así ha salido el sol hoy, día otoñal, por la estepa cerealista de Valdetorres de Jarama:

 

¿Ves como NECESITAMOS el otoño mucho más de lo que pensamos? Me horroriza comprobar que hay gente, personas, más bien “personal”, que dice “uff, llega el otoño, otro más para la tristeza, la melancolía…”

¡Venga ya!

 

¿TRISTES O IGNORANTES?

 

Bobby Goldsboro, siempre lánguido y tristón él, decía: “In the spring of my life, she came to me”… ¿Y no puede ella venir a ti en otoño?, ¡y con mucha más experiencia y deleite, te lo prometo!

Sinatra canta en “It was a very good year”: “But now the days are short, I’m in the autumn of my year”. Pero hombre, por Dios, los días podrán ser cortos, pero qué me dices de las noches, suaves, largas, creadoras, íntimas, sin miedos… Los días podrán ser cortos, pero brillantes, agradables. Ni frío ni calor. Mucho más brillantes que los larguísimos días de verano metido entre cuatro paredes de la ofi, entre carpetas, archivos, café de máquina (que a mi me gusta, que conste).

Me parece que Sinatra, el pobre, no sabía qué es el fotoperiodismo de las plantas…

Mediante él, las especies denominadas “de día corto” y también “otoñales”, se levantan en armas, estallan, dan lo mejor de sí mismas, precisamente cuando “the days are short”. Welcome!

¿Nunca te has preguntado por qué compras flores de pascua (Euphorbia pulcherrima) en flor, precisamente en Navidad?… Porque son de día corto.

O por qué los crisantemos (Chrysanthemum sps.) florecen para Todos los Santos —1 de noviembre, pleno otoño—… Porque son de día corto.

Así que ni las chicas llegan a nuestras vidas en primavera, ni los días de otoño son cortos, ni mucho menos tristes.

Me gustan los árboles sin hoja en invierno. Me recuerdan a los modelos que daba Paul Lesniewicz, el gran maestro austriaco de técnica bonsái en sus libros. Esos tilos, zelkovas o arces tiroleses desnudos, mostrando su raquis para que lo copiáramos en nuestros proyectos. Las hayas belgas, con las ramas blancas… de hielo. Nuestros robles y quejigos, enseñando su madera apretada (“el roble le dijo al clavo, aquí dejarás el rabo”).

Y también, naturalmente, me gustan los árboles con hoja. Hale, todo verde y radiante, con la vida estallando por doquier.

Pero mira, una vez que, por junio, se han ido los ruiseñores y por julio dejan de cantar los mirlos. Una vez que ya han florecido los cerezos y hasta los magnolios. Una vez comienza la lucha de nuestros árboles cada verano para sobrevivir a las oleadas de calor seco y más seco… Las hojas verdes me empiezan a aburrir…

Y EN ESTO…

 

¡Y EN ESTO LLEGA EL OTOÑO!, ¡TODO AL SUELO!, ¡RENOVARSE O MORIR!,¡ALIMENTEMOS A LOS HONGOS SAPROFITOS, A LAS BACTERIAS, A LAS LOMBRICES DE TIERRA, NUESTROS VERDADEROS SALVAVIDAS! ¡QUE EMERJAN LAS SETAS, OS ESTÁBAMOS ESPERANDO!

Pero antes, desmayémonos ante la belleza de los tonos otoñales. Por ejemplo de este árbol de Júpiter (Lagerstroemia indica), síii, también de mi jardín.

¿Sabes por qué cambian de color las hojas de los árboles, parte fundamental de los paisajes, en otoño? Porque los árboles son sabios, como todo ser viviente (si excluimos algún que otro homo).

Las hojas cuentan, básicamente con tres pigmentos en sus células:

La verde clorofila, que transforma, mediante la fotosíntesis o función clorofílica, el dióxido de carbono del aire en materia orgánica y agua, con desprendimiento de oxígeno (gracias a ese “desprendimiento”, respiramos todos).
La roja antocianina, que indica, por ejemplo, la maduración de los frutos (los pájaros nunca comerán una fruta que no esté roja; no son tan tontos como yo, que pico a menudo en la frutería).
La multicolor carotenina, que permite la transformación de sol y provitaminas, aportando toda la gama de colores a hortalizas y frutas (tomates, zanahorias, maíz, plátanos….). Sin ese pigmento de las plantas nosotros no podríamos tomar el sol. ¿Cómo lo ves?

Todos estos pigmentos, en mayor o menor medida, se encuentran en las hojas de los árboles. Lo que sucede es que el pigmento dominante, clorofila verde, oculta a los demás.

Pero en cuanto los días son más cortos, oscuros y fríos, al árbol comienza a costarle mucho producir clorofila, y sin embargo, las antocianinas y carotenoides mantienen su cantidad, no sujeta a producción puntual, ya que no intervienen en reacciones degradantes como la fotosíntesis.

El proceso termina con la formación en la base de los pecíolos de las hojas de una zona de células impermeables, denominada capa de separación, que yugula completamente la entrada de savia y por consiguiente la formación de clorofila en las hojas. De esta manera, sólo quedan los pigmentos “estables o fijos” rojos, amarillos, cobrizos, anaranjados… Y el otoño nos deslumbra de nuevo con sus tonos.

 

No se a ti, pero a mi me parece que no tiene nada de triste el otoño, esa transición hacia el invierno, que a su vez es la carrerilla hacia la primavera, que es el trampolín para el más esplendoroso verano.

Si te contara cosas acerca de la primavera, el verano o el invierno, seguro que echaría chispas el teclado, pero hoy, hoy, hoy, hoy… Es, por fin, otoño.

PEPE PLANA

Primera Página