
En esta fotografía, ya antigua, se notan las dos «edades» de la piedra, en la Iglesia de los Mártires, en Brozas
Esta es una historia de siglos, una larga historia, de piedras en ocasiones rescatadas a campos y corrales y de héroes colectivos e individuales.
En las pantallas de circunstancia.net cuando hablamos de “héroes” nos referimos, claro, a lo que Ortega, sin prisas y a lo largo de su extensa obra filosófica, va definiendo como tales, los héroes realistas.
Ya en su primer libro (Meditaciones del Quijote, 1914) nos dice:
«Existen hombres decididos a no contentarse con la realidad. Aspiran los tales a que las cosas lleven un curso distinto: se niegan a repetir los gestos que la costumbre, la tradición, y en resumen, los instintos biológicos les fuerzan a hacer.
Estos hombres llamamos héroes. Porque ser héroe consiste en ser uno, uno mismo. Si nos resistimos a que la herencia, a que lo circunstante, nos impongan unas acciones determinadas, es que buscamos asentar en nosotros, y sólo en nosotros, el origen de nuestros actos. Cuando el héroe quiere, no son los antepasados en él o los usos del presente quienes quieren, sino él mismo. Y este querer ser él mismo es la heroicidad. No creo que exista especie de originalidad más profunda que esta originalidad ‘práctica’, activa del héroe. Su vida es una perpetua resistencia a lo habitual y consueto. Cada movimiento que hace ha necesitado primero vencer a la costumbre e inventar una nueva manera de gesto”.
Hombres (¡ay, maestro Ortega, qué regañinas se ganaría ahora si no añadiera y mujeres!) pero también pueblos, como la villa de Brozas, Encomienda Mayor de la Orden de Alcántara, patria de Francisco Sánchez, El Brocense (astrónomo y gramático, profesor en Salamanca, personaje esencial de nuestro renacimiento); de Nicolás de Ovando, el gobernador de las Indias, y de otras figuras señeras de nuestra historia.
Del XV al XX
Dejen que Isidro García Barriga, el joven intelectual y hombre de acción brocense, nos cuente gran parte de esta historia. Un artículo suyo, muy merecidamente premiado, termina:

Isidro García Barriga
“Cualquier visitante que se acerque en la actualidad a Brozas podrá comprobar que la iglesia está finalizada en su totalidad. Debemos consignar que el proceso constructivo de la iglesia de los Santos Mártires finalizó entre los años 1958 y 1963, pudiendo admirar en la actualidad un edificio de hermosas proporciones e interesantes elementos artísticos. Evidentemente, esta acción merece por sí sola un estudio en detalle, por lo que hemos decidido no incluir en el presente artículo ningún elemento de dicho proceso; tan solo diremos que gracias al tesón y el esfuerzo de muchas personas, quinientos años después de su inicio pudo culminarse el templo de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, una obra del pueblo de Brozas”.
Es decir:
1. En 1958 no estaba terminada.
2. Don Isidro nos deja con la miel en los labios. Porque, ¿qué ocurrió entre 1958 y 1963, que no había podido ocurrir antes y que merece por sí solo un estudio en detalle?
Al principio de su artículo nos narra el origen de la iglesia, que debía sustituir a una ermita anterior de insuficiente aforo (como verán que graciosamente se describe); dicho origen está nada menos que en una cédula de los Reyes Católicos fechada el 7 de enero de 1495 y en la que se autoriza a “que fagáis y edifiquéis la iglesia nueva (…) por manera que buenamente los parroquianos e personas que agora son i fueren en ese dicho lugar podáis estar en las oras i oficios divinos sin vos dar pena los unos a los otros”.

Véase la diferencia de la época de la piedra en la puerta principal. Nos referiremos a lo que los niños de antes de la última fase de la construcción llamaban las «torrecillas», al jugar por allí.
Pero sigue: Ahora bien, en la cédula otorgada por los Reyes Católicos no se realiza ninguna mención sobre la financiación de la obra; tan solo se anota que… “por ende, vos mandamos que luego fagades el repartimiento que para ello fuere necesario, por manera que la dicha yglesia se edifique de buena labor y compás” A la vista de estas palabras podemos deducir que deberán ser las autoridades municipales las encargadas del “repartimiento”, es decir, buscar los fondos necesarios para el diseño y construcción del templo, lo que desde el principio va a repercutir de forma negativa en el devenir de la obra.
Efectivamente, parece claro en las páginas del estudio de Isidro García que las buenas gentes eran renuentes a aportar fondos, suplementarios a los tributos, para una obra que la Corona con autorizarla creía haber hecho bastante.
La Orden de Alcántara, continúa, disfrutaba de cuantiosas rentas basadas en el arrendamiento de dehesas y baldíos, el cobro de derechos por el uso de molinos y hornos, así como algunas otras prerrogativas… Y…esto es lo que pretenden las autoridades broceñas, utilizar dichas rentas para acabar de manera definitiva la edificación del templo de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián.

Hoy sigue notándose la diferencia. Muchos creemos que está bien así: es interesante revivir el paso de la historia. Sobre todo en este caso.
Pero el autor del estudio hace uso de su intuición, una de las principales herramientas del historiador, y sigue: Ahora bien, los beneficios obtenidos de la Encomienda no sólo podían destinarse al ornato de las iglesias, sino también a los gastos del comendador mayor, así como al mantenimiento de su residencia en Brozas y de todas las posesiones controladas por esta institución. Por este motivo, el pleito contará con la participación de“don Luis de Zúñiga y Ávila, comendador maior de la dicha orden, y Antonio de Valencia su maiordomo e procurador en su nombre”, que se verían claramente perjudicados por la utilización de estas rentas en la obra de los Mártires. En este contexto, debemos tener en cuenta que el encargado de dirimir la cuestión será Frey Bartolomé de Villavicencio, Visitador General alcantarino y representante del monarca Carlos I, que después de escuchadas las partes decide “que devo de declarar y declaro la dicha yglesia de los Mártires e su procurador en su nombre, y el concexo, justicia e reximiento del dicho lugar de las Vrozas e su procurador general en su nombre no haver provado su petición e intención, doila e pronunciola por no probada…” fallando, por consiguiente, en contra de los intereses de las autoridades locales, a las cuáles ordena que (y sigue la sentencia) “…en lo tocante a los dichos edificios, ornamentos i otras cosas sobre que ha sido este pleito, mando guardar y cumplir las cartas e probisiones de los señores reies católicos de gloriosa memoria y de su magestad, como administradores perpetuos de esta orden por autoridad apostólica”.
La sentencia no puede ser más clara: no se utilizará ningún fondo de la Orden de Alcántara ni de otra institución dependiente de la Corona para sufragar la obra; es más, en el auto Frey Bartolomé de Villavicencio exige “que desde el primero día de enero del año venidero de mil quinientos e cinquenta e quatro años acaben la obra y edificio de la dicha yglesia, continuando la obra desde primero de dicho año y no alzando la mano della fasta lo fenecer i acabar, lo qual haga y cumpla so pena de quinientos ducados de oro, la mitad para redención de cativos y la otra mitad para la dicha obra i ornamentos de la dicha yglesia, y para acavar la dicha obra y proveerla de los ornamentos puedan hacer e hagan los repartimientos y derramas por todos los vecinos de esta villa…”

Podemos imaginar a los niños saltando sobre las piedras viejas, donde hoy están asentadas las nuevas.
Y lo cierto es que, en tanto se conminaba a los brocenses a terminar la obra, con su solo esfuerzo contribuyente y sin el ejemplo de las instituciones, sólo consiguieron de ellos que se cerrara en falso, a mitad de su extensión, abandonando, en la parte delantera obras de planteamiento e incipientes alzados. Esto es lo que los niños y niñas llamaban las torrecillas y jugaban a perseguirse entre ellas y encaramarse a los muñones constructivos.
Con ello, cumplían el primer requisito orteguiano del heroísmo: resistirse a que lo circunstante nos imponga unas acciones determinadas; asentar en nosotros, y sólo en nosotros, el origen de nuestros actos.
Pronto:
De piedras y héroes prácticos, II. El pueblo de Brozas.
De piedras y héroes prácticos, III. Feliciano Acedo, los Acedo. Otras individualidades.
Las fotografías que ilustran esta serie , aparte de las del autor que están en color, fueron aportadas al Grupo de Brozas de Facebook por Don Carlos María Neila Muñoz y Don Alejandro Cid Jorge y circunstancia.net cuenta con su autorización para reproducirlas. La de Don Isidro García Barriga es la que figura, asimismo, en su muro de Facebook y esperemos que no le moleste que se haya utilizado.

Sin dinero, sin andamios, sin material. El pueblo amplió y levantó el templo sobre las piedras antiguas, como veremos en el siguiente capítulo, el segundo de esta serie.

Feliciano Acedo en la actualidad. El hombre que, como veremos en el tercer capítulo, hizo más de lo que se esperaba de él, apoyado en su familia y la tradición de ésta, que continua.