
Uno de los deliciosos detalles de los últimos términos de sus viñetas.
…Y a nosotros, ahora que nos ocurren tantas cosas, no se nos ocurre casi nada.
JP
2025, marzo 24
Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.
— José Ortega y Gasset, 1914 |
La originalidad y la intención de Ortega no están en la primera parte de la frase, la anterior a la coma, sino en la posterior a esa coma. De hecho, yo soy yo y mi circunstancia, que es una referencia al Ideen de Husserl, publicado meses antes (Ich bin ich und meine Umwelt), puede ser una sentencia disculpatoria: yo soy yo pero, claro, está también mi circunstancia... Sin embargo, la frase completa de nuestro pensador nos obliga a la acción y nos hace responsables del resultado. Y, para colmo, ... Mingote se nos va
![]() Uno de los deliciosos detalles de los últimos términos de sus viñetas.
…Y a nosotros, ahora que nos ocurren tantas cosas, no se nos ocurre casi nada.
JP
Democracia SEGUNDA VUELTA
Andalucía, Asturias, municipios, Grecia...
No podemos pretender que nuestra Democracia sea perfecta. Ninguna lo es. Es famoso el aforismo atribuido a varios prohombres (Churchill, Gladstone…) “La Democracia es el peor de todos los sistemas políticos, si exceptuamos todos los demás”. Pero nos producen cierta envidia algunas importantes características de otras democracias. Por ejemplo: Las circunscripciones británicas, que hacen que la representación empiece desde abajo y se vote a personas ya conocidas por su trayectoria política. Así, resulta banal el falso debate sobre las “listas” fabricadas en los sanedrines de los partidos, que si abiertas o cerradas; parece ser que el abrirlas en Italia representó sólo un dos por ciento de variación; da casi igual, si es que no conoces a nadie. En las elecciones de 1936, al final de la segunda república española, se dice que Ortega y Gasset votó con la papeleta del Frente Popular, en la que había tachado todos los nombres excepto el de Julián Besteiro. La libertad real de voto de cada representante del pueblo en las cámaras británica y estadounidense. Menciono países conocidos por los casos, lo que no quiere decir que no ocurra en otros, afortunadamente para sus pueblos. O la segunda vuelta de las elecciones francesas para la presidencia y la Asamblea Nacional (y de las de muchos otros países; incluido Portugal para las presidenciales, lo que nos hace los raros de la vecindad), en la que sólo se votan los dos candidatos o partidos más votados en la primera. Como se acercan las elecciones francesas para la Asamblea, le sugiero que siga atentamente su dinámica. EN QUÉ PODRÍA CONSISTIR EN ESPAÑA Aplicada a la situación dada en Andalucía y Asturias, donde ningún partido ha obtenido la mayoría absoluta, para la segunda vuelta dejaría de poderse votar a todos los partidos excepto, pues, a los dos más votados en la primera. Ya sé que esto que voy a imaginar no es exactamente lo que sucede en Francia, pero sería lo más aceptable en España, en mi humilde opinión: entre una y otra vuelta, los partidos negociarían; por ejemplo, es de suponer que en las listas del PSOE se incluirían candidatos de Izquierda Unida y que el programa que se sometiera a los votantes sería también concertado. Los votantes de IU en la primera vuelta es de suponer que votarían por estas listas en la segunda; claro que votantes, digamos, “centristas”, del PSOE podrían votar al PP, si se sintieran mas acordes con su programa que con el nuevo, el conjunto. VENTAJAS No se daría el caso, casi inmoral, de que no gobernara el partido más votado, al fin, por el pueblo. Los programas cobrarían mucho mayor protagonismo. INCONVENIENTES El costo de unas nuevas elecciones. Claro que no serían como las de la primera vuelta y, además, parece que eso de los mitines-baños-de-multitudes (con sus equipos de sonido, autocares, bocadillos, gorritas, banderitas, etc.), así como la publicidad exterior (que, en cualquier caso, digamos que valdría la de la primera vuelta), son cosas que están en retroceso en el actual mundo de las comunicaciones sociales. PERO ES QUE SI NO HAY SEGUNDA VUELTA… Puede no gobernar la lista más votada y, además, con un programa sobrevenido que ni sus votantes habían votado. Y perdonen ustedes la redundancia, pero es que el concepto de votación lo merece. ¿Qué, si no? Dicen que es «legítimo» y «constitucional» y no digo yo que no; pero en una escala del 1 al 10 en Democracia, ¿que nota le da usted? Recordemos el caso aun más enrevesado del «tripartito» catalán. Y los famosos transfuguismos, a uno u otro precio; especialmente en corporaciones municipales. Vergonzosos, ¿no? Insisto en que no es el único problema de nuestra democracia, pero quizá sea el más acuciante. En esto, tendríamos que atenernos al procedimiento de la vieja copa dañada. Empecemos por las grietas más profundas y el nivel democrático subirá; es bueno pero evidentemente no tan útil empezar por las superficiales. JP
Sí, sí, "cuentos"... La empresa pública
Aquel diablo de nivel siete, el señor García, tomó asiento en el sillón giratorio, de cinco patas con ruedas (según la normativa de la UE), tras la mesa de despacho de tamaño asimismo “siete A” (en los inventarios de la Casa). Llevaba en la mano el vaso de café de máquina, que depositó sobre un dinacuatro con membrete doblado en dos, con huellas de vasos y días anteriores. Sus dos nalgas se acomodaron alternativamente, relajándose y distribuyéndose. Enseguida la espalda tomó contacto con el respaldo basculante, que cedió algo, lo justo. La coronilla de la cabeza persiguió la banda superior del respaldo y se apoyó ligeramente. Las rodillas se separaron y un suspiro, probablemente con un discreto olor a azufre, se produjo suavemente por debajo del rojizo bigote. Sus manos se apoyaron sobre los nunca muchos expedientes del día. La derecha lucía un anillo con un solitario rubí en tanto que la izquierda solo mostraba el aro de casado. Resignado a vivir otro día rutinario, presionó el botón del timbre. Sólo una mitad de la puerta doble se abrió para permitir el paso de un ordenanza conduciendo a una joven soñolienta. El señor García hizo una seña a ésta con la mano del anillito, para que se sentara frente a él, en una de las dos sillas. Otra seña con los ojos al acompañante le encaminó hacia la puerta, que cerró tras sí. Buscó entre los expedientes hasta encontrar uno que le pareció el idóneo. –Tú eres Rosa. –Sí, señor… Rosana. –Rosana, llevas cerca de dos años acostándote con tu novio. –Sí, señor (esta vez pronunciado siísñor). Se hizo una pausa que la joven interrumpió con otro: –Sí. –Pero te has matado en un accidente de automóvil yendo con otro que, por cierto, ha resultado indemne. –Sí, un amigo de mi novio. Ah, me alegro de que no le pasara nada. –Y venías de hacer lo mismo que habitualmente con tu novio. –Siísñor. –¿Alguna explicación? –Siísñor. El otro coche se nos echó encima… –Sí, bueno. Quiero decir que por qué traicionaste a tu novio. –Yo no he traicionado nunca a mi novio. –Te acostaste con su mejor amigo. –Ah, eso. Como ha dicho usted “traicionar”. –¿Tu novio lo sabía? –No, no señor… No le hubiera gustado. –Aquí pone que con tu novio tus orgasmos se producían en el ochenta y ocho, ocho-ocho, por ciento de los encuentros; lo que sabrás que es un porcentaje más que razonable. –¿Ochenta y ocho? Sí, puede ser. ¡Qué cosas pone aquí! –¿Por qué sugeriste a Román, ¿no?, el amigo desde niños de tu novio que te llevara a la piscina de aquel hostal el día que –una breve consulta al expediente– Gustavo decidió quedarse a estudiar? –No, no, perdone. Yo, yo, le dije a Gustavo que se quedara a estudiar, porque faltaban tres semanas para las oposiciones. –Cuatro. –Bueno, cuatro. Entonces él me insistió en que yo no dejara de ir a la piscina; que fuera con Román y Lupe. –Pero Lupe no fue. –Yo le pasé el plan a Román. Luego Lupe no vino. –¡Nadie se lo dijo a Lupe! –Era la novia de él, ¿no? Se lo tenía que decir él. La bronca que deben tener ahora. –Consideramos la traición una ofensa de nivel F. –¡Dios mío! –Señorita, aquí no se dice… eso. Di “caray” o algo así, en estos casos. –Perdone. –Bueno, podemos considerarla de nivel G. –¿Eso es menos? Muchas gracias. –Eres una chica agradable. A ver, levántate. –Y al tiempo le indicaba con la mano del rubí que se apartara un poco de la mesa y las sillas. –Súbete un poco la falda. Bueno, no tanto. No llevas sujetador. –No, nosñor. Para ir a… la piscina, casi nunca. –Podría proponerte para trabajar de camarera en nuestro bar de ejecutivos y asesores, en la última planta; hacia abajo, claro. –Oh, gracias. –Llevan unas minifaldas muy graciosas. Las camareras, quiero decir. –¡Qué bien! –Ellos van siempre de traje. No sé lo que se cobra, pero están las propinas… Y tenéis una peluquería gratuita para vosotras en la misma planta, con maquillaje; al lado de la de los propios ejecutivos y asesores; claro que la de ellos tiene spa, y toda la pesca. Se os cubren los gastos de vestuario, incluida la ropa interior, hay diversos complementos: dedicación más o menos completa, quebranto de propinas, conocimientos técnicos de uso de cafetera, plus de transporte de bandejas, y todo eso; horas extra, claro. Y tres días libres a la semana. –¡Qué bien! –Y días, discrecionales, para asuntos propios. Bueno, y cada tres mil años, un milenio sabático. –¡Qué bien! –Se dio cuenta de que se repetía. –Quiero decir, ¿qué se hace en todo este tiempo libre? –Ah, pues, en el auditorio del edificio hay conciertos de música experimental contemporánea, proyecciones de películas de las cinematografías de Europa central y teatro de aficionados. –¿Discotecas? –Como es lógico, casi todas las noches acababan en demasiado alcohol y diferentes emparejamientos. Y fue considerado inmoral; se cerraron. –Hombre, a mí tampoco me gusta eso de las orgías. No es que haya estado nunca en alguna… –Bueno, dile al oficial de personal que me llame. “García, de Accidentes en Pecado, H a la K”. Ahora, ten en cuenta que tengo mucho trabajo hoy. –Y la mano de la alianza separó algo los pocos expedientes. –Perdone. ¿Puedo hacerle una pregunta? –Sí, adelante. –Y García pegó la espalda al respaldo. –¿Esto es realmente “eterno”? García cambió de postura; se acercó hacia ella, sobre la mesa: –Verás. Nadie lo sabe. En el Boletín Oficial y en la propaganda decimos que sí, pero es difícil garantizarlo. –Bajó la voz. –Hay movimientos en contra. –¿Se puede ligar? –Si no se da qué hablar… Rosana apenas contuvo un escalofrío. –No hace aquí tanto calor como se dice. –¡Qué va! Menudo problema. La instalación está fatalmente pensada y peor hecha. Y eso que costó más del doble de lo presupuestado, cerca del triple. Y esto es tan grande. Rosana de dirigió hacia la puerta. Cerca ya de ésta se volvió. –Señor… –García. Dime. –Señor García. No sé. No me parece tan malo todo esto. ¿Cuál es el truco? –¿Perdón? –¿Dónde está el problema? ¿Qué es lo infernal, lo… terrorífico? –Pues yo creo que… –García se levantó y se puso a mirar las banderas que se erguían cerca del rincón derecho en palos acabados en puntas de lanza plateadas. –En fin, aquí no hablamos mucho de ello, pero… Lo malo de esto, lo que desmoraliza a los más débiles, hasta volver esquizofrénicos a algunos, es que… No hables a nadie nunca de esta conversación… Es que… Que nadie sabe para qué sirve.
JP
LIBROS ESPECIALES UNA EXTRAÑA CRONOVELA ……del Madrid de la postguerra
Leo los bestsellers, de ficción o de no-ficción; considero que así como “algo tiene el agua cuando la bendicen”, algo encierran Sagan, Dawson o John Le Carré, cuando millones de lectores los aprecian. Y no suelen defraudarme. Suponía, pues, que tarde o más tarde –debido a la acumulación de lecturas pendientes en mis estantes y tablets– leería Los niños que perdimos la guerra, el tan conocido y vendido título de Luis Garrido. Al fin y al cabo, aunque sólo lo hubieran comprado lectores que hubieran perdido la guerra cuando niños, yo compartía este motivo. Incluso existió una foto mía muy parecida a la del niño de la portada, que Justa y su novio Ricardo (Justa era la “chica” que me sacaba a pasear por la Rambla y los jardines cercanos) pagaron de su bolsillo a un fotógrafo callejero de los de enorme cajón con largo brazo; y accesorios de caracterización, tales como los de pequeño miliciano. Pensaron sorprender a mis padres. Y claro que les sorprendieron, pero la foto no fue destruida en el momento; se traspapeló y la encontré yo en los primeros cuarenta. Entonces sí que fue convertida por mi madre, a una pasmosa rapidez, en restos diminutos. Los niños justificó su lectura y provocó la de su aparente secuela Un extraño vagabundo… …en el Madrid de la postguerra.
Llamo cronovela, naturalmente, a la fusión de crónica y novela. Si se me escapara el nombre de algún cronovelista sería el de Pérez Galdós (léase Miau, o su adaptación al teatro por Alfredo Mañas (que fue llevada a la escena por Manuel Canseco; con un magnífico Luis Escobar en el papel de Dios, que todo lo puede excepto ser recibido por un ministro español de la Restauración). ¿Cervantes? El Quijote es una magnífica novela, posiblemente la mejor de la literatura mundial, si se me permite barrer para casa. Es acerca de un fabuloso jugador de rol; del rol aprendido hasta la enajenación en los “libros de caballería”; y ello ocurre en un tiempo y en un lugar, perfectamente marcados. La cronovela es de un tiempo y de un país. Nuestra novelería picaresca se acerca más al concepto. Pero otros intentos notables se han quedado en la crónica anovelada, o la novela costumbrista o simplemente de época. Obras grandiosas en muchas ocasiones (Clarín, Cela, Valle), pero no exactamente cronovelas. Ciñéndome al Extraño vagabundo, diré que me he encontrado con una obra asombrosamente animada. No por incluir “la busca”, como también Los niños, es preciso evocar a Baroja, como a juzgar por las solapas de sus libros ha hecho la crítica con Luis Garrido. El arranque me recuerda más al de Remordimiento, de Ernst Lubitch, una fastuosa cronovela cinematográfica; también de una postguerra, por cierto. El título original era Canción de cuna interrumpida. Pueden verse sus dos primeros minutos, los del arranque, con subtítulos en castellano, en: http://www.youtube.com/watch?v=84WxGnM1f0g En general, no sé como una obra tan “madrileña” como la de Garrido me recuerda por su construcción, más que a La Colmena o Divinas Palabras, a la novela centroeuropea de entreguerras; el Lajos Zilahy de Las armas miran atrás, por ejemplo. Me refiero especialmente al Extraño Vagabundo… en el Madrid de la Postguerra, cronovela ejemplar que debo recomendar entusiásticamente a mis cuatro lectores. JP
Pídalo por su ISBN: 978-84-9736-312-9
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